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Emperador francés que, mediante un golpe de estado del 9 de Noviembre (18 Brumario) de 1799), sustituyo al Directorio de la república y barrió el régimen revolucionario nacido al suprimir Francia la monarquía con la ejecución de Luis XVI. Fue un verdadero genio de la guerra, pero fue todavía más eficaz y dinámico gobernante, centralista y dictador.
Convulsionó toda Europa con sus invasiones y proyectos. Sus pretensiones imperiales le hicieron llegar a Moscú donde el frío destrozó medio millón de soldados. Logró conquistar Italia y convertirla en Reino asociado. Dominó oficialmente España con un rey impuesto, José I, aunque se empantanó en tal lucha de guerrillas que hubo de aguantar atónito sus primeras derrotas (Arapiles, Bailén) y tuvo que devolver la corona a los ineptos Calos IV y Fernando VII.
Llegó a exigir a Pío VI su reconocimiento, provocando su muerte con un trato indigno. A pesar de ello logró de Pío VII su coronación como emperador en 1804, firmando un concordato con la Santa Sede, el cual sólo respetó en la medida de sus conveniencias políticas.
En el orden organizativo fue consciente de la importancia de la instrucción primaria y media y estableció un sistema docente centralizado en el que todo maestro resultaba un funcionario al servicio del Estado. Por medio del ministro de cultos Portalis y redactado por un sobrino de éste, el sacerdote D'Astros, se publicó un nuevo "Catecismo imperial" para todas las Diócesis del Imperio. En él se manipulaban diversos puntos tratando de justificar al régimen imperial.
El silencio de Pío VII, que se lo llevó de París y prometió estudiarlo y la hábil política, no exenta de concesiones intempestivas, del nuncio Caparra, lograron demorar y amortiguar su influencia. Con todo, el 4 de Abril de 1806 el catecismo fue publicado por un edicto imperial, e impreso con una nota elogiosa del Arzobispo de París, Cardenal Belloy. Con todo, el catecismo fue silenciado en la mayor parte de las diócesis y apenas si pudo reemplazar a los textos en uso, como el de Bossuet, el más conocido.
Al caer Napoleón, después de la derrota de Leipzig en 1813, de la invasión aliada de París en 1814 y, sobre todo, de la derrota de Waterloo en 1814, el catecismo fue marginado por completo.
La figura de este emperador, sin duda grande y afortunado en lo humano, víctma de su propia grandeza, quedó latente en el ámbito francés como sinónima de gloria, audacia y hegemonía.
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