Napoleón. Bonaparte
       [964](1769-1821)

 
   
 

   Emperador francés que, mediante un golpe de estado del 9 de Noviembre (18 Brumario) de 1799), sustituyo al Directorio de la república y barrió el régimen revolucionario nacido al suprimir Francia la monarquía con la ejecución de Luis XVI. Fue un verdadero genio de la gue­rra, pero fue todavía más eficaz y dinámi­co gober­nan­te, centralista y dictador.
   Convul­sionó toda Europa con sus invasiones y proyectos. Sus pretensiones imperiales le hicieron llegar a Mos­cú donde el frío destro­zó medio millón de soldados. Logró conquistar Italia y con­ver­tirla en Reino asociado. Dominó oficialmente España con un rey impuesto, José I, aunque se empantanó en tal lucha de gue­rrillas que hubo de aguantar atónito sus primeras derrotas (Arapiles, Bailén) y tuvo que devolver la corona a los inep­tos Calos IV y Fernando VII.
   Llegó a exigir a Pío VI su reconocimiento, provocando su muerte con un trato indigno. A pesar de ello logró de Pío VII su coronación como emperador en 1804, firmando un concordato con la Santa Sede, el cual sólo respetó en la medida de sus conveniencias políticas.
   En el orden organizativo fue consciente de la importancia de la instrucción prima­ria y media y estableció un sistema do­cente centralizado en el que todo maes­tro resultaba un funcionario al servi­cio del Estado. Por medio del ministro de cultos Portalis y redactado por un sobrino de éste, el sa­cerdote D'Astros, se publicó un nuevo "Catecismo imperial" para todas las Diócesis del Imperio. En él se mani­pulaban diver­sos puntos tratando de justificar al régimen impe­rial.
   El silencio de Pío VII, que se lo llevó de París y prometió estu­diar­lo y la hábil política, no exenta de conce­siones intempestivas, del nuncio Caparra, lograron demorar y amorti­guar su influencia. Con todo, el 4 de Abril de 1806 el catecismo fue publicado por un edicto imperial, e impreso con una nota elogiosa del Arzobispo de París, Carde­nal Belloy. Con todo, el catecismo fue silenciado en la mayor parte de las dió­cesis y apenas si pudo reemplazar a los textos en uso, como el de Bossuet, el más conoci­do.
   Al caer Napoleón, después de la derrota de Leip­zig en 1813, de la inva­sión aliada de París en 1814 y, sobre todo, de la derrota ­de Water­loo en 1814, el catecismo fue marginado por completo.
   La figura de este emperador, sin duda grande y afortunado en lo humano, víct­ma de su propia grandeza, quedó latente en el ámbito francés como sinónima de gloria, audacia y hegemonía.